Barthes retoma la
explicación de Saussure sobre significado y significante, como componentes del
signo. Pero también explica cómo estos términos pueden generar confusiones
terminológicas en diversos estudios y visiones lingüísticas (en comparación al
término signo). Entonces, señal, índice, ícono, símbolo, signo y alegoría
pueden llegar a tener acepciones parecidas sino idénticas en ciertos autores, y
totalmente disociadas en otros.
Pero todo esto se resuelve
desde que Saussure encontró los términos significante y significado, desechando
la antigua ambigüedad que rodeaba al signo, el cual tendía a confundirse con
significante. Pero Saussure no solo logró con esto derrotar la ambigüedad,
además nos entrega el principio de la doble articulación.
El signo está compuesto
entonces, por significante y significado, los cuales se encuentran en el plano
de la expresión y el plano del contenido respectivamente, los cuales están
compuestos (gracias al aporte de Hjelmslev) de forma y sustancia. Desde aquí se
puede entrar en el signo semiológico desde una comparación hacia el signo
lingüístico, ya que este también está compuesto por un modelo de significante y
significado, pero se aleja del mismo en el nivel de las sustancias, ya que
estos están determinados por la sociedad, por lo tanto su materia no sería del
todo igual al signo lingüístico.
En el plano del
significante, ambos signos se parecen mucho, este no es más que un mediador,
pero esta similitud nos entrega una relación contractual entre significado y
significante. Esto en el signo lingüístico, pero en el plano de la semiología
se planteará que la motivación es mucho más importante, ya que probablemente
fuera de la lengua se encuentran sistemas de signos ampliamente motivados, por
lo que las analogías con su par lingüístico deberán ser más cuidadosas.
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